jueves, 27 de octubre de 2022

Eventos y actividades realizadas

Descubrimiento de la placa de cerámica en homenaje a Don Alberto Ghiso


Invitación



Placa



Palabras del Don Alberto Carabassa,

nieto de Don Alberto Ghiso


Señores Funcionarios de la Municipalidad de San Miguel,
Señores integrantes de la Junta de Estudios Históricos de San Miguel,  
Mi mujer, Paula María Klappenbach, y mis hijos, 
Mis vecinos de Las Veletas, 
Señoras y Señores:

Cuenta la historia de nuestra familia que en la década de 1850 un joven de 14 años se embarcó en Génova como polizón: destino, la Argentina. Contaban que las madres subían a los barcos a sus hijos de cualquier manera, para que no murieran de hambre. Europa pasaba por hambrunas: la papa era uno de los alimentos básicos y accesibles para los más pobres y un hongo maligno fue atacando los  cultivos hasta devastar la producción.  

Miguel Ghiso partió de Génova como polizón en el año 1852 y llegó a Buenos Aires solo con su nombre, nada de ropa y mucha vitalidad. Al poco tiempo se empleó en una compañía de manufacturas y, por su iniciativa y cordialidad, escaló puestos y adquirió confianza por parte de sus patrones. Un día el reloj de la nave central de la fábrica se detiene, herramienta fundamental en aquellos años. Miguel se ofrece para repararlo y finalmente logra hacerlo con eficacia. Ducho con mecanismos y manualidades, decide emprender arreglos de máquinas de precisión. Incorpora el montaje de piedras para alianzas, fundición de metales y demás oficios del ramo "orfebrería". Para comienzos de 1875 ya estaba instalado en su local sobre la Calle Florida, entre Viamonte y la Av. Córdoba, casado con Doña Catalina y criando una prole de 7 hijos. Su negocio prosperó en los años donde nuestra República alcanza los índices de PBI, educación y organización del Estado que nos colocan al lado de las naciones más importantes del planeta.

Pasará el tiempo y mi abuelo Don Alberto Ghiso ve pasar por la calle Florida a las más destacadas personalidades de Buenos Aires. Presidentes, políticos, empresarios, familias patricias haciendo su parada en la Joyería Ghiso, para comprar una piedra preciosa, un montaje de orfebrería, encargar relojes de marcas europeas (eran representantes de la marca "Jaeger-LeCoultre", de Suiza, y "Cartier", de Francia) o comprar muebles, alfombras, tapices y muchos artículos de decoración importados de una Europa en crisis. Crearon su propia marca de relojería: "Ghiso", con maquinaria suiza que más tarde se vendía en las tiendas más importantes de París, Madrid y Nueva York. Expandieron su empresa con sucursales en París y Mar del Plata, con un local en la explanada de la Bristol. De la misma manera fueron comprando tierras tanto en Francia como en la Argentina, siempre con una salida productiva y de esparcimiento.

Así llegaron Oscar y Alberto Ghiso a Bella Vista en 1936. Crearon la Cabaña de Holando-Argentino San Miguel de Ghiso y arrendaron tierras para la producción de leche. En el año 1960 comienza la liquidación de sus negocios y solo conservan la tierra, hoy Las Veletas, La Villette, el Country Ghiso y  Los Fresnos, un total de 52 hectáreas.

Esta huella de cemento se extendía desde la esquina de la Av. Gaspar Campos y Santa Fe, en donde había un gran portón flanqueado por dos enormes pilares, hasta Montevideo; y desde el "redondel" hasta aquí (Río Pilcomayo y Giambiaggi). Más adelante siguió un camino de lajas de San Luis que rodeaba gran parte del  parque y la casa Grande, que aún están. La huella de cemento continuaba desde "el garaje", hoy la  entrada de Rio Iguazú y Giambiaggi, hasta la calle "República", más tarde renombrada Gustave Flaubert. De ahí conectaba con la Cabaña (hoy Los Fresnos). Estimo que la longitud de la huella era de más de 1 kilómetro, coronada con las barreras de cemento, pintadas con cal blanca: las primeras llegaron de Europa y más tarde se fabricaron aquí mismo con un sistema de moldes y hormigón.

Nos queda otro legado de estas tierras familiares: el barrio Las Angélicas, aquí nomás llegando a la Av. Gaspar Campos: las tres "Angélicas", mi abuela Angélica Fidanza de Ghiso, mi madre Angélica Ghiso y María Angélica de Carabassa Ghiso, nuestra hermana.

Esta huella representa la historia de unos visionarios, que creyeron en su país, arriesgaron, invirtieron y transformaron estas tierras en los barrios más codiciados de nuestra querida Bella Vista

Muchas Gracias.



Palabras de Alicia Gorga,

presidente de la Junta de Estudios Históricos


Buenas tardes.


Muchas gracias por estar aquí.


Algunos de ustedes no conocían este camino, a pesar de vivir relativamente cerca.

Hoy está un poco oculto. O, tal vez, resguardado...


Lo que ha sobrevivido del camino original es este tramo y otro muy pequeño, en la calle Montevideo y Gaspar Campos, frente al vivero.


La Junta de Estudios Históricos de San Miguel decidió señalarlo con la placa que hoy descubriremos para, como diría Borges, recuperarlo de entre las grietas del obstinado olvido.


Fue construido por D. Alberto Ghiso. Él y su hermano Oscar compraron estas tierras a comienzos de 1936. 52 hectáreas.


Ambos comenzaron a desarrollar la plantación del arbolado del que hoy disfrutamos los que recorremos este lugar.


Cuando llegaron sólo había tres paraísos.


A partir de su iniciativa gran cantidad de pinos y cedros, plátanos, araucarias, cipreses, eucaliptos, ligustros y plantas ornamentales poblaron el parque y los caminos.


Estamos bajo la sombra protectora de ellos.


También prepararon la tierra para armar dos canchas de polo, una quinta de verduras y una plantación de frutales, con naranjos traídos de Sicilia.


Con verdadera visión empresarial, Alberto Ghiso fundó una cabaña de vacunos de raza Holando-Argentina.


La denominó San Miguel de Ghiso, como homenaje a su padre.


Un establecimiento moderno, que fue seleccionado por el INTA para hacer las primeras pruebas de inseminación artificial en la Argentina.


Tiempo después, nacieron los tambos.


Todos estos emprendimientos fueron el resultado de la dedicación y esfuerzo de estos pioneros.


Hoy nos acompañan sus descendientes. Uno de ellos, Alberto de Carabassa, que ha preservado en su memoria la historia familiar, nos contará sobre su bisabuelo Miguel y su abuelo Alberto.


Ellos integraron esa generación de inmigrantes que llegaron a nuestra patria y contribuyeron con sus conocimientos y su trabajo a la obra creadora de Dios.


Tal como sostuvo Borges (suelo tomarle prestadas algunas palabras) somos nuestra memoria.


Sin ella, careceríamos de identidad. Resguarda nuestra historia. Contiene todo nuestro pasado. Nuestros orígenes. Lo que hemos sido. Cuanto hemos hecho, creído, pensado, sufrido y soñado.


Como observó San Agustín, el poder de la memoria es prodigioso, es un santuario enorme, inconmensurable...


La placa que señala este antiguo camino les contará a los que lo recorran su historia. Ese es su sentido.


Porque muchas veces, tal como afirmó Marcel Proust, el pasado se esconde en un objeto material.


Muchas gracias.